Hace días hablando con mi mamá, entendí mucho del nerviosismo que la ha acompañado estos días. Por años ella ha leído muchos libros que hablan sobre el día del Juicio Final y las señales que el cielo mostraran sobre este fatídico día, donde todas las personas serán juzgadas, algunas simplemente desaparecerán (los salvos) y los que seamos pecadores padeceremos tanto que será lamentable.
Cada vez que mi mamá y otras mamás y papás del mundo hablan de este terror fundado por siglos en las mentes de los creyentes puedo entender su miedo, cómo se paralizan y se sienten terribles ante ese juicio que considero muy a nivel personal: Es un juicio que ya pasó, por ellos mismos y las ideologías o teologías de miedo que formaron parte de su historia y tradición familiar.
La veo presenciar el COVID-19, como el inicio de las pestes y hambrunas que se avecinan, tal y como en siglos pasados las pandemias como la Peste Negra, la viruela, el cólera, la fiebre amarilla… Son, según su momento, los indicadores del inicio del fin del Mundo que nunca llegó.
Desafortunadamente la movilidad que tenemos en este siglo.- aviones, trenes, carros, etc. han permitido que el COVID-19 se mueva ágilmente por todo el mundo y su mortalidad está siendo mas elevada que otras pestes que se han vivido en siglos pasados.
Igual vemos como personas fundamentalistas acusan que la Comunidad LGBTTTIQ+, el Feminismo y todo lo que atente contra su doble moral, vendrían siendo el origen por el cual Dios ha decidido que estemos viviendo esta pandemia a nivel Mundial.
Como persona creyente en un Dios vivo, todos estos argumentos no dejan de molestarme internamente, pues ¿Cómo es posible que busquemos a fuerza a un Dios de juicio, si ya vivimos un Dios de amor que puso a la humanidad sobre las leyes por medio de Jesus, entregando una esperanza de vida eterna, perdón de pecados y con un solo mandamiento de amor que resulta imposible seguir a tanta gente llena de miedo, pecado, exclusión y condenación en sus cerebros, viviendo un Apocalipsis real y siendo conscientes que no serán castigados por su propio Juicio que no los levantó de entre los muertos y los llevó a tierra nueva.
Escribo con la esperanza de llevar una palabra de alivio a personas que han creído y que están viviendo sus cuarentenas con miedo y tristeza y quizás lo único que les podría demostrar que este no es el fin del Mundo, sería ver como la naturaleza esta renaciendo cuando el abuso que la humanidad a impuesto sobre nuestros recursos se alejan, tenemos mares limpios, ríos con peces, plantas y aves que renacen, tenemos toda una biodiversidad que se transforma, tenemos personas que son capaces de sobrepasar su miedo y ayudar a migrantes, atender a personas enfermas y solas, tenemos poblaciones que extrañan el contacto humano, el sentir un abrazo, el reconectarse con su vida espiritual, personas que se dicen unos a otros, «Lo vamos a lograr, no se rindan».