Luis: Un hombre comprometido
Luis González de Alba deja su huella en muchos de nosotros: su paso por la historia reciente de México, por la historia de la conciencia política de aquellos que, como él, en la década de los 60 éramos jóvenes y por la historia homosexual mexicana, hace imborrable su nombre.
¿Podría hacer yo un retrato de un hombre bello en más de un sentido, sin ser injusto ni condescendiente?
Un hombre comprometido con sus ideas y con aquellas causas que le movían a hacer y a decir lo que consideraba necesario, y un hombre capaz de madurar porque sabía escuchar y era un lector incansable, un hombre que hasta el último momento abrió caminos…
Un hombre que supo vivir en muchos planos, sin dejarse avasallar por convencionalismos sociales, partidistas, académicos y periodísticos, porque la valentía y la sinceridad estaban impregnadas en su piel y habitaban su ánimo…
Un hombre cuyas ideas no siempre coincidían con quienes lo admirábamos y tuvimos la fortuna de ser sus amigos, sus cómplices y críticos, sus compañeros en el interminable devenir de las ideas, de los deseos y de las causas sociales…
Un hombre que amó a México, que amó a los hombres, que amó a Grecia, que amó la ciencia, que amó a Israel, que amó la literatura, que amó a Egipto, que amó la música, que amó al mundo y amaba la vida; un hombre que supo amar y amó…
Me duele el ánimo y ningún retrato de Luis me es posible hacer; las palabras se me estrellan sin belleza ni profundidad: tengo que procesar la noticia, vivir el duelo.
Casi podría decir que las Parcas se comprometieron con Luis González de Alba y con el calendario en su partida: el 2 de octubre es una fecha que, en México, siempre estará asociada a él y a tantos otros que rompimos el silencio del conformismo político. Este 2 de octubre de 2016 se vuelve para mí, fecha dolorosa, terrible, como lo fue en el año 1968… Pero hoy no tenemos que buscar culpables, podemos llorarle en silencio y tratar de dibujarnos sonrisas en el rostro recordando lo mucho que le agradecemos por sus escritos y reflexiones, recordando los momentos intensos y cálidos que compartimos con él en foros académicos y en los espacios de placer que abrió, abriéndonos la puerta: El Vaquero y El Taller.
Mi admiración por Luis comenzó en mi juventud, impresionado por su belleza de hombre fuerte y sensible, valiente y con un serio compromiso político-social, pero pasaron muchos años antes de que pudiera intercambiar con él palabras e ideas: en octubre de 1980 Luis publicó en la revista El Machete (del Partido Comunista de México) un artículo titulado “Contra la identidad homosexual”, y yo, si bien reconocí la importancia de su publicación, sentí necesario escribir una réplica: “Identidad homosexual: multiplicidad en el proceso”, que la misma revista publicó en enero de 1981; y a raíz de eso, las veces que nos encontramos en la UNAM, en la Universidad del Tercer Mundo y en algunos bares, Luis se mostró frío, distante, esquivo… Y pasaron más de cuatro años antes de que finalmente habláramos frente a frente, y más años aún antes de que le escuchara decir en una entrevista que le hicieron en el bar El Taller, que casi nunca perdía mucho tiempo con las críticas que le hacían a sus escritos, que las leía y casi nunca las encontraba tan interesantes como para pensar demasiado en ellas, aunque algunas “como una que publicó Xabier Lizarraga sí me movió a reflexión”, y agregó que se puso a leer y reelaborar sus argumentos. A partir de entonces, las veces que Luis y yo nos encontramos, siempre tuvimos conversaciones enriquecedoras. En 1987 una de aquellas pláticas terminó en un proyecto: Los Martes de El Taller, y así vinimos a ser cómplices y una especie de socios en esa propuesta durante 10 años; complicidad que continuó incluso cuando volvió a vivir a Guadalajara y nuestro contacto fue a través de Facebook y por correo electrónico: no siempre coincidimos en ideas y argumentos, siempre desde la honestidad de las palabras que nos escribíamos. La última larga “charla” por Messenger nos remitió a 1968, hablamos de mi primer gran amor y del suyo, de cómo nos dejamos seducir por el “amor que no se atrevía a decir su nombre” en aquellos años.
Luis siempre será parte de mí, parte de mi activismo político (sexual y social), parte de mis referentes.
Xabier Lizárraga: Profesor investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, activista gay desde 1977.