Tras el debate presidencial en Estados Unidos entre Donald Trump y Kamala Harris, quedó claro que «El Donald» es ahora quien está en desventaja, ante la demócrata que sustituyó al actual presidente, el octogenario Joe Biden.
Anteriormente, Trump, al ser tres años menor que Biden, se apreciaba como una opción «más fresca» de cara a los achaques seniles de Biden, pero cuando éste último abandonó la contienda ante su visible desventaja contra el republicano, las cosas cambiaron drásticamente, pues en sólo un par de semanas, pasó de llevar ventaja a ir en desventaja contra una mujer, preparada, más joven y con mucho más carisma que él mismo.
No obstante, su desventaja, Trump y su equipo de campaña, parecen no estar resignados a perder y dentro de su estrategia que consiste en generar polarización, difundir noticias falsas y empoderar a líderes de derecha y extrema derecha, lo siguiente es aumentar el embate de la desinformación e incendiar los ánimos de los votantes.
Pero ¿Qué representa Donald Trump, en otro periodo en la Casa Blanca? Tal vez fuera de Estados Unidos, esta pregunta no tiene mucho sentido, pero es un error pensar que no es importante, principalmente para las minorias.
La posible reelección de Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2024 representaría una amenaza grave para la comunidad LGBT+, no solo en el país, sino a nivel global. Su regreso al poder consolidaría una agenda política conservadora, llena de odio y exclusión, que pondría en riesgo décadas de avances en derechos humanos y libertad personal.
Trump ha sido un símbolo del retroceso. Durante su mandato, vimos la erosión de protecciones para personas transgénero, la retirada de políticas de no discriminación y el refuerzo de leyes que permiten la discriminación bajo el pretexto de la libertad religiosa. Esta narrativa de odio y exclusión no surgió de la nada; es el resultado de una manipulación emocional que apela a los miedos más profundos de una base conservadora, xenófoba y homofóbica.
En un mundo donde la representatividad importa más que nunca, el resurgimiento del trumpismo indica que estas ideas regresarán con fuerza, alineadas con el ascenso global de movimientos autoritarios. Esto no solo afectaría a las personas LGBT+ en Estados Unidos, sino también a aquellos en países que miran a EE.UU. como un faro de derechos civiles.
La política de Trump normaliza el odio, pero no es él quien lo perpetra directamente. Lo peligroso es que su retórica empodera a otros líderes, activistas y ciudadanos que buscan restar humanidad a aquellos que consideran «diferentes». Una victoria de Trump en 2024 podría reforzar a gobiernos y movimientos conservadores en todo el mundo, dándoles licencia para limitar los derechos de las personas LGBT+ bajo el pretexto del «orden social».
La comunidad LGBT+ necesita estar alerta, no solo en Estados Unidos, sino a nivel mundial, porque lo que está en juego no es solo una elección, sino el futuro de nuestra existencia digna. Trump simboliza un retroceso en los avances hacia la igualdad, y su regreso sería devastador para todos aquellos que luchan por el libre desarrollo de la personalidad y la igualdad de derechos.