Si algo conocemos del futbol mexicano, es el imperante machismo que es visible en diferentes aspectos del deporte más practicado en el país.
El tristemente célebre grito de «Puuuuto» dirigido al portero del equipo rival en diversos estadios nacionales y hasta en el extranjero, es el ejemplo más reciente de dicho machismo transformado en homofobia.
No obstante ser un tema tabú, la homosexualidad, ha sido utilizada como elemento bastante común, de ataque a los equipos rivales. Tal vez, el ejemplo más presente en el ideario popular, es el caso del equipo de las Águilas del América.
Al ser una de las marcas deportivas mejor posicionadas en México, gracias a su historia y a sus épocas de gloria y reconocimiento en los 80s, la animadversión propia de los aficionados de los equipos rivales, han ido poco a poco, mezclado de manera burlona pero persistente ambas ideas: la homosexualidad y el americanismo.
La asociación surge de los significantes negativos que en la mente del público existen al respecto de la homosexualidad: Cobardía, poco valor, delicadeza, etc. Estos prejuicios, son usados para hacer ver al rival menos capaz, o al menos, más fácil de vencer.
No fue si no hasta hace menos de una década que este fenómeno psicosocial ha recibido un diagnóstico: homofobia.
Los casos de discriminación en este sentido han ido saliendo poco a poco en medio del ambiente futbolístico. Uno de ellos es el de Bianca Sierra y Stephany Mayor, las deportistas mexicanas que tuvieron que emigrar a Islandia para poder seguir siendo pareja y jugar futbol sin que eso afectara su carrera.
Dentro de dos meses, el 19 de febrero se celebrará el Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol. Esta fecha rinde homenaje a Justin Fashanu nacido un 19 de febrero de 1961 y que fue el primer futbolista de élite que reconoció públicamente su homosexualidad en 1990. Justin fue expulsado de su equipo, recibió las burlas de entrenador, compañeros y afición y no volvió a ser contratado de manera permanente por ningún otro club. Tras ser acusado falsamente de violación cayó en una depresión de la que no conseguiría salir y acabó suicidándose en 1998.