En un contexto históricamente patriarcal y con marcados prejuicios machistas, dos mujeres han alcanzado posiciones políticas clave, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
Ambas, con significativas posibilidades de obtener la presidencia de México tras un proceso electoral democrático.
A pesar de las sospechas de algunos, se reconoce que su ascenso no es una mera concesión masculina, sino el resultado de sus méritos, sin depender de cuotas de género.
Cualquiera de ellas podría convertirse en la próxima, primera mujer presidente de México, rompiéndo de esta manera el techo de cristal, tal vez el último o más importante que obstaculiza el camino de las mujeres hacia la igualdad, cuando menos en el contexto laboral.
El Techo de Cristal
El techo de cristal es una metáfora que se utiliza para describir las barreras invisibles pero infranqueables que impiden que las mujeres, y otros grupos minoritarios, asciendan a los puestos más altos de las organizaciones, independientemente de sus cualificaciones o logros.
Ambas candidatas, sin embargo, enfrentan acusaciones de corrupción, negligencia, plagio, favoritismo, nepotismo, obstrucción de la justicia e incompetencia; problemas endémicos en la política que afectan a cualquier aspirante, independientemente de su clase social, sexo, raza, orientación sexual o identidad de género.
Momento Histórico
A pesar de estos desafíos, se presenta un momento histórico en el que una mujer llegará a la presidencia de México, sí o sí, rompiendo barreras sin recurrir a privilegios de clase o género.
Este avance sugiere un cambio en el escenario electoral, lo que no significa que el patriarcado machista opresor haya caído, pues este sigue ejerciendo su influencia aunque de maneras menos evidentes.
Como si la proeza de estar a punto de romper el techo de cristal sin apoyarse en privilegios de clase o de género, fuera tan menor que cualquier onvre, tuviera, por el sólo hecho de serlo, iguales o mayores probabilidades de construir una candidatura ganadora.
Onvres al borde
Si bien, la partidocracia mexicana se ha destilado hasta el bipartidismo, una tercera fuerza política, representada por el partido Movimiento Ciudadano, se ha colado a la boleta electoral con menos del cinco por ciento de las preferencias.
Su abanderado es Jorge Álvarez Máynes, aunque antes de él, hubo otros prospectos de masculinidad prominente, cuyas aspiraciones presidenciales fueron tan fugaces como una beca del bienestar. Tanto en MC como en Morena.
Primero está el caso de Marcelo Ebrard, quien confiando en el pacto patriarcal cuando cedió la candidatura de Morena al actual presidente, López Obrador, no obstante su ventaja la encuesta que en principio lo favorecía rumbo a la elección de 2018. Finalmente lo que el pacto patriarcal le dio, el mismo pacto patriarcal se lo quitó seis años después, a su parecer, de manera injusta.
Aún así, hubo un momento de las precampañas en que Ebrard fue considerado como posible candidato de MC, algo que finalmente no se concretó.
Luego, en el camino de los suspirantes presidenciales, quedó Samuel García, el gobernador de Nuevo León, que con una pésima estrategia política, trató de ejercer funciones correspondientes al poder legislativo estatal, lo cual además de ilegal, resultó en una pérdida de credibilidad en el ejercicio de sus funciones, que le hicieron casi perder el puesto en Nuevo León.
Algo que hubiera significado el escrutinio por parte de la oposición a su gobierno y a múltiples irregularidades detectadas previamente, lo que provocó su decisión de bajarle a sus aspiraciones políticas.
Tras el auge y caída de la candidatura de su amigo, Samuel, Jorge Álvarez Máynez, entró al quite por su partido, Movimiento Ciudadano, algo que no sólo fue visto como un acto de platosecundomesariedad, sino como la peor de todas las formas para aprovechar la carta del macho en el juego de dos mujeres por la presidencia.
Con todo lo anterior, Máynez, no ha podido y tal vez nunca podrá desamotejarse como esquirol, es decir que estará en la boleta electoral, no para ganar, sino para hacer perder a la candidata opositora, Xóchitl Gálvez y favorecer así a la oficialista Claudia Sheinbaum, algo que su propio discurso evidenció durante los debates, centrando sus ataques en Xóchitl.
La contienda continúa
La política mexicana, tradicionalmente dominada por hombres, está presenciando un cambio de paradigma con la presencia de mujeres en la carrera presidencial.
Aunque, ciertamente, Claudia Y Xóchitl no son las primeras mujeres candidatas a la presidencia, ambas son las primeras en tener posibilidades reales al ser las abanderadas de las principales fuerzas políticas.
¿Cómo se desarrollará el cambio de género en la cúspide del poder político de México durante los próximos seis años? ¿Será este el inicio de una época de humanización del gobierno? ¿Eficiencia? ¿Gobernanza? ¿Transparencia? Lo que caiga es bueno.
El papel de Movimiento Ciudadano
Movimiento Ciudadano, aunque con una presencia menor en las encuestas, juega un papel estratégico en la política mexicana. Su capacidad para influir en el resultado de las elecciones, aunque no sea a través de una victoria directa, demuestra la importancia, el peso o influencia que las terceras fuerzas en un sistema bipartidista pueden ejercer. Aún bajo las sospechas esquiroldeas de su candidato.
La lucha contra el patriarcado
El avance de las mujeres en la política mexicana es un desafío al patriarcado histórico. A pesar de los obstáculos y acusaciones, la posibilidad de que una mujer asuma la presidencia es un hito. Es decir, podría marcar el comienzo de una nueva era en la política mexicana, donde el género ya no define la capacidad de liderazgo.
Final de fotografía
La elección presidencial de México se está convirtiendo en un campo de batalla no solo para las candidatas, sino también para las ideas y los valores.
La presencia de mujeres en la carrera, la estrategia de terceros partidos y la lucha contra las estructuras patriarcales son indicativos de un cambio en la conciencia política del país.
A medida que México se acerca a las elecciones, la atención no solo está en quién ganará, sino también en cómo este proceso redefinirá el panorama político para las generaciones futuras.