Teo y yo nos enamoramos a primera vista. Cuando entramos a la prepa nos vimos, nos sentamos juntos y comenzamos a platicar. Nos sacaron del salón porque pasábamos mucho tiempo hablando y nada estudiando.
Un día que nos sacaron, decidimos salir de la escuela. Planeábamos irnos a la plaza por una nieve de chamoy, pero cuando estábamos tratando de cruzar el alambrado de la prepa por debajo, el prefecto nos vio, nos reportó y llamaron a nuestros papás.
Para él fue una última llamada, para mí sería la primera y la última. Sus papás optaron por sacarlo de la escuela. Parte de la excusa que dieron fue que yo estaba distrayendo a Teo de sus estudios.
«Esa niña, Ana, no te conviene» escuché cuando la mamá le dijo sobre mí cuando llegué a despedirme de él, el día que fueron a recoger sus documentos para cambiarlo a otra prepa.
Como esa prepa era de paga, Teo se comenzó a juntar con amigos más pudientes. Luego me enteré que se había ido de intercambio a Chicago. Nos perdimos el rastro como un año y medio.
Un día fui a una fiesta con mis amigas, era el cumple del primo de una de ellas. Fue entonces que me llevé la sorpresa, el primo era compañero de Teo en la escuela en Estados Unidos y Teo estaba ahí.
Cuando nos vimos, nos dimos un gran abrazo. Todos se nos quedaron viendo, él lloró, yo lloré, hasta el primo de mi amiga lloró, fue una chilladera, pero fue lo mejor que me ha pasado.
Hoy, llevamos dos años juntos y escribo esta Memoria de Adolescente porque creo que el amor es algo real y que merece ser compartido con todo.
Teo y yo nos amamos.
Gracias por leer mi historia.
Ana Lewsky, 21 años, Tijuana.
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