Entre México y España existen profundos lazos de amor y también cadenas de amargura, (sin relación con las telenovelas de Televisa), los cuales, en no pocas ocasiones, han sido tensados en beneficio de una u otra nación, siempre a la sombra de aquel momento histórico conocido como la Conquista.
Casi tres siglos después, ya finalizado el periodo de la Colonia (275 años exactamente), España estableció relaciones diplomáticas con México en 1836 (Sólo 15 años después de que México consumara su independencia).
Desde aquel momento y hasta entonces, la relación diplomática entre ambas naciones no está excenta de tensiones, principalmente surgidas desde México por ser un antiguo territorio de España.
Tenochtitlán-Nueva España-México
Las cicatrices de los enfoques históricos cesgados, han alimentado culturalmente y socialmente a un nacionalismo de medio pelo, que enarbola las raices indígenas, pero al mismo tiempo las discrimina y las explota.
Sin esta forma de manipulación, el PRI del siglo XX, no habría conseguido la estabilidad de su régimen político, es decir, sin el modelo clientelar donde los estratos sociales menos favorecidos económicamente, aportaban el control electoral del país.
Esta es una constante desde el surgimiento de México como país, muy distinto al origen de Tenochtitlán, ciudad sobre cuyas ruinas, se construyó una ideología criolla a manera de redil para todas las culturas indigenas dentro del territorio mexicano, que terminó abarcando mucho más que el antiguo territorio gobernado por los tlatoanis de la ciudad estado ubicada en el centro del Lago de Texcoco.
De tal forma, no existe relación entre los monarcas prehispánicos y los mandatarios mexicanos modernos, salvo la que se quiera enmarcar histórica, política y geográficamente. Sólo como dato, son tres los presidentes de Mexico, con ascendencia indígena clara: Benito Juárez, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta.
En tal contexto, los gobernantes mexicanos, principalmente los posteriores a la Revolución, o sea ninguno de los anteriores, echaron mano de una suerte de apropiación cultural para reforzar o reivindicar su posición política.
Fuese a través del Muralismo, la Literatura o más recientemente el turismo, la estética nacionalista, se ha propagado durante los últimos 100 años, impulsada por un indigenismo estatal.
No obstante su Independencia, Mexico, como estado-nación, no existía antes de la llegada de los españoles, por lo que los pueblos originarios han tenido que supeditarse al indigenismo de los «no originarios», toda vez que lo que Mexico heredó no fue el antiguo imperio Mexica, sino el territorio de la Nueva España.
Lo irrevocable
Con semejante historia compartida por dos naciones, la sola pretención de reescribirla, requeriría, cuando menos, el involucramiento de ambas. Ya que de manera unilateral y sorpresiva, cualquier acción que tenga por finalidad, la reivindicación o una nueva jerarquía, será simplemente anecdótica.
Así la exigencia para que España se disculpe por la Conquista e igualmente la suspención de relaciones diplomáticas. ¿Cambiaría la situación actual de México de ocurrir una o ambas pretenciones nacionalistas? ¿Cambiaría cuando menos la situación de los pueblos originarios? Obviamente no.
Sin embargo, en la demagogia y el populismo, el despropósito de reescribir un capítulo de la Historia, es un propósito en sí mismo, no para reivindicar las raíces de un pueblo, sino para llamar su atención, o desviarla.
Porque hablando castellano, siendo cristiano y descendiente de españoles, las disculpas, suenan absurdas si se las exigen a la Madre Patria.
O, a ver ¿Por qué no se le exige a Estados Unidos que pida perdón por el despojo de territorio a México?