El abuso sexual víctimiza a uno de cada seis niños y jóvenes antes de cumplir 18 años, reveló una investigación realizada en 2005 por primera vez y 15 años después esa proporción muestra un aumento, al ejemplificar que uno de cada cuatro niños varones son víctimas de abuso o acoso sexual.
Otro dato preocupante descubierto gracias a una investigación científica similar, es que las tasas de abuso sexual son más altas entre los hombres que pertenecen a minorías sexuales, como gays u hombres trans.
La violación sexual que sufren una persona LGBTTTI a menudo complica su autoconcepto y cómo encajan, o no, en la cultura y las comunidades LGBTQ +. Tal abuso incluso puede afectar su búsqueda de ayuda o la decisión de informar eventos traumáticos, ya que temen la estigmatización o la culpabilización de la víctima.
Víctimas autoinvisibilizadas
Los hombres gay y bi también están expuestos al «estrés minoritario significativo», término para describir los factores estresantes sociopolíticos impuestos a las personas como resultado de su condición de minoría.
Es así que las expectativas de rechazo crónicas, la homofobia internalizada, la alienación y falta de integración con la comunidad pueden conducir a problemas de autoaceptación. Como resultado, un hombre perteneciente a una minoría sexual que ha experimentado abuso sexual puede sentirse deficiente, inferior o incapaz.
Incontables hombres de minorías sexuales que han experimentado abuso sexual internalizan creencias dañinas que les impoden sanar. Como que los hombres no son víctimas de abuso sexual; que los hombres deberían agradecer cualquier oportunidad de tener relaciones sexuales, aún sin su consentimiento o que la erección durante la agresión sexual, es porque la desearon y disfrutaron; especialmente cuando el agresor realiza tocamientos, sexo oral o penetración estando la víctima dormida o inconsciente.
En los peores casos, los jóvenes que han sufrido abuso sexual o violación, por parte de alguien en su círculo familiar o de amistades, se ven presionados socialmente y hasta por sí mismos para convivir con el agresor, en la misma medida que pretenden ocultar por diferentes causas, la agresión sexual.
Diversos grados de normalización deben darse para que los agresores coexistan o inclusive persistan en el abuso hacia la misma víctima o lo transformen en una práctica habitual de su interacción con personas desconocidas o de su propio círculo.
Prejuicios por derribar
Mientras más hombres sostengan estas creencias como si fueran verdaderas, más difícil será para ellos avanzar en su recuperación psicológica.
Más aún, mientras dicha situación persista, las denuncias, no sólo públicas, sino también las denuncias penales seguirán siendo esporádicas y sin la profundidad para fincar responsabilidades de modo que la aplicación de la justicia ayude a contener la incidencia de tales casos y la impunidad de quienes dan pie a éstos.
La no divulgación del abuso sexual también puede deberse a la falta de comprensión por parte de la propia víctima masculina de lo que es el abuso. Esto se relaciona con una investigación que encontró que la mayoría de los hombres que indicaban abuso sexual no se etiquetaron como sobrevivientes de abuso sexual.
No revelar el historial de trauma sexual de una persona se asocia con un aumento de la angustia emocional, mientras que la divulgación y la búsqueda de servicios de salud mental están relacionadas con el bienestar psicológico.
Con información de Maria Fernanda Alonso en Psyciencia.