Antonio Cué Ochoa fue un psicoterapeuta, a quien se le recuerda por ser el Fundador del grupo SexPol (1974-1978), grupo que tomó su nombre de Política Sexual de Wilheim Reich, lectura que influyó en los movimientos de liberación femenina, liberación sexual y liberación homosexual en México. Además de ello Antonio Cué, implementó el Awarness (toma de conciencia) entre aquellas personas que se acercaron a Sex Pol, espacio cultural que brindó desde la psicoterapia, la cultura y la reflexión un movimiento. Reconocido como “el verdadero partero del MLH” por Juan Jacobo Hernández, falleció el pasado 30 de noviembre de 2018.
Juan Jacobo, lo describe así: “Fue guía y apoyo a través del enfrentamiento con nuestros miedos y el reconocimiento del dolor social y emocional del prejuicio, la intolerancia y la homofobia sobre nuestros cuerpos y nuestra psique, no habríamos podido salir con la contundencia que lo hicimos. Se va un gigante discreto, solidario y amoroso”
Antonio, fue un visionario que ensenó a todos de la importancia de la homofobia interna, y que el trabajarla nos haría más fuertes para confrontar la social y religiosa. Realizó sesiones en grupo en casa de Hugo Patiño, también en la calle de Ezequiel Montes por la Tabacalera y seguramente en la casa de San Ángel de sus amigos Marysole y Juan Worner Baz. Antonio Cué, fue de los pocos que tomaron como referencia a Michael Focault.
Sin Sex Pol, no se entenderían los trabajos de activistas como Juan Jacobo Hernández Chávez, Fernando Esquivel y Carlos Toimil, entre varios de quienes fundaron en 1978 el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, FHAR, o el nacimiento del grupo Lambda, con Xabier Lizarraga, Alma Aldana, Claudia Hinojosa y Max Mejía entre otros también de 1978, que se fundó dentro de las instalaciones del grupo SexPol, que apostó por el lado de la cultura y su diversidad.
Juan Jacobo Hernández le narra a Antonio Bertrán, como fue el parto del MLH:
“La preparación para esa primera epifanía homosexual contra la sociedad prejuiciosa y opresora había implicado varios años de estudio sobre el tema y un fortalecimiento personal a través de terapias Gestalt y bioenergéticas dirigidas por el psicoterapeuta Antonio Cué, fundador del grupo Sexpol.
“A finales del 76 y principios del 77 hubo una ruptura con Antonio porque había un grupo de militantes que ya queríamos salir”, narra Juan Jacobo. “Y tanto Antonio como Carlos Monsiváis nos decían ‘Ustedes todavía no son grupo, son una iniciativa, están apenas en ciernes’, pero nosotros ya sentíamos que estábamos listos para salir a la calle”.
Antonio, radicaba en Querétaro, junto con su pareja de aproximadamente 30 años de convivencia, el bailarín y coreógrafo de primera, Desiderio Däxuni Sánchez. Antonio, era un gran impulsor de la terapia corporal de la bioenergética, “caminante de los cuatro vientos, con un largo recorrido lleno de trabajo espiritual que no alcanzaría a describir y siempre discreto, como sólo un verdadero chamán podría ser”, en palabras de Emi Lee.
Edgar Sánchez le dedicó lo siguiente:
“Deslizarme suavemente hacia la luz, casi como cayendo dormido, luego de completar la faena, luego del reposo y de cerrar los círculos. Partir así, sin pendientes, sin problemas, sin intermediarios y con la consciencia bien despierta. Así, como tú lo has hecho, así morir sería muy bueno. Ahora tal vez flotes entre el brillo de los cristales del palacio, o tal vez te disuelvas en el infinito mar de la consciencia. Déjame un rastro, querido maestro don Antonio Cué Ochoa, seguiré un rato por aquí, aprendiendo sobre el privilegio único de la vida que es la percepción, pero intentaré seguir tu rastro mientras te alcanzo… Porque aún existen los héroes.”
Braulio Peralta señala:
“Unos ritos indígenas le dijeron adiós con sus cantos y costumbres. Mecer el féretro a los cuatro vientos fue un llamado a la Naturaleza, la que nos da y quita la vida (…) Desiderio Däxuni Sánchez, su compañero de Antonio por más de 30 años, recibió a todos en su casa de Ciprés 9. Éramos pocos pero suficientes para hacer el hasta luego con el alma contenida. No más lágrimas. Antonio Cué no lo merecía. Después de su incineración, regresé a casa… ”
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