¿A quién culpamos por los crímenes de odio?

¿A quién culpamos por los crímenes de odio?

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Miro con tristeza, enfado e impotencia las noticias de cada día. No sólo estamos inmersos en una podredumbre de corrupción y violencia, sino que, además, hay quienes lo empeoran y parecería ser que lo hacen con conocimiento de causa y desde un púlpito de hipocresía, odio y mentira.

Me refiero a un aumento creciente de crímenes de odio en contra de las personas gay, bisexuales, lesbianas y trans, que nadie parece tener interés en detener y que se basan prejuicios contra la orientación sexual de las víctimas o su expresión de género.

Hay quienes dicen que en México cada semana hay uno, otros dicen que podrían ser hasta cuatro, no lo sabemos, pero nos enteramos de un asesinato tras otro y casi todos quedan en un simplista: “las autoridades investigan el homicidio”.

Decir que los representantes de la ley (porque para ser autoridades cada día les falta más) investigan el caso es una respuesta ociosa, porque nunca sucede. Las procuradurías estatales y federal, parecen tener su formato de excusa: “no tenemos pistas” o “no tenemos pruebas”, o se van por el clásico “es que esa vida que llevaba…” “Así es esa gente…” y ya. Se lavan las manos y se dedican a hacer cualquier otra cosa.

Marlon.

Hace unos días fue Marlon en Monterrey, asesinado por su compañero de escuela “por ser gay”. A los dos días aparece el cuerpo de una chica trans en Guerrero, muerta al mejor estilo de las lapidaciones bíblicas. Días antes: Jennifer, poco antes, Yadira, y la lista abarca cientos de nombres en lo que va del 2017 (y aún no llegamos a la mitad).

Pero las autoridades nada tendrían que investigar si los crímenes no sucedieran, y bien dicen que “Tanto peca el que mata la vaca, como el que le detiene la pata”.

Jennifer.

¿A quién debemos culpar por estos asesinatos?

El simple hecho de ser una persona LGBT+ que viva su vida y su sexualidad de manera más o menos abierta, parece estarse convirtiendo en un factor de riesgo, todo gracias a las campañas de homofobia, lesbofobia y transfobia que se han impulsado desde grupos religiosos y conservadores, quienes, como es su costumbre, “tiran la piedra y esconden la mano”. Critican, atacan, generan fuertes corrientes de odio, pero a la hora de ajustar cuentas ponen cara de “yo no fui”.

Hablo de asociaciones como el Frente Nacional por la Familia, que a su vez está formado por agrupaciones católicas y cristianas, algunas desde sus iglesias y congregaciones, y otras disfrazadas de asociaciones “laicas”, iglesias y personas que se dedican a “evangelizar” y que  más bien vigilan casa por casa la moralidad de sus habitantes. A ustedes, a todos ustedes, hipócritas, mentirosos e ignorantes, los culpo de estas muertes: Han difundido el odio hacia la diferencia entre la población como si el ser diferente mereciera castigo, y no lo merece. Quienes merecen castigo, son ustedes.

Por otro lado, en las escuelas poco se hace para promover la igualdad y prueba de ello es que aumentan los casos de bullying en todos los niveles académicos. ¿No se supone que el magisterio era una profesión honrosa porque era el maestro quien tenía conocimiento y por tanto, sentido común? ¡Las escuelas deberían estar llevando las riendas de la educación y las familias siguiéndolas y no al revés!

Toda omisión, toda mala información, toda aceptación de ideas retrógradas en las escuelas, les convierte en cómplices de estas muertes. Carguen ustedes con ellas y hagan algo para cambiar esta realidad.

 

Los políticos: ¿Qué podemos decir de quienes llevan la batuta de la política del país? Serviles y convenencieros más preocupados por ganar una “elección”, dando atole con el dedo a los votantes y haciendo reverencias a quienes les prometan votos en cantidad. Ustedes son tan culpables de estos crímenes de odio como los mismos perpetradores, pero el odio sólo llama al odio y si ustedes lo promueven directa o indirectamente, la vida se los va a cobrar. Cada día más gente odia más a la clase política: ahí nomás piénsenle.

La familia: “la base de la sociedad”. Una sociedad que en lo general se mira podrida, y es porque en lo particular está podrida también. Lo que vemos como mundo que se destruye a sí mismo, no es más que el reflejo de lo que estamos reproduciendo en casa. Sigamos malcriando a los hijos, sigamos transmitiéndoles mensajes de exclusión y odio, y ¡ya veremos cómo nos va!

Y tú que lees esto: ¿Estás seguro que tu chiste, tu broma, y las palabras que salen de tu boca (o de tu teclado) no están contribuyendo a empeorar el asunto? porque eres tan cómplice como cada uno de los demás y esta ola creciente de odio, puede ser sólo el comienzo.

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