
No fue sino hasta pasados los disturbios de Stonewall Inn en Nueva York en el año de 1969 que pudimos gozar de relativa “inclusión”, salimos a marcar y nos hicimos visibles como personas.
El clubbing, palabra anglosajona y sin una traducción exacta al castellano hace referencia en la jerga de la diversidad a la actividad de asistir a centros nocturnos de esparcimiento y diversión generalmente exclusivos para comunidad sexodiversa en toda su variedad; Algunas de las características de esta forma de diversión y de relativa libertad merecen un enfoque más preciso, dada la importancia de la aportación hecha a la sociedad actual.
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No fue sino hasta pasados los disturbios de Stonewall Inn en Nueva York en el año de 1969 que pudimos gozar de relativa “inclusión” salimos a marchar y nos hicimos visibles como personas; pero no solo se trataba de ser reconocidos, también buscábamos nuestros propios lugares para esparcirnos; la censura de las autoridades del sistema se redujeron -debido a que vieron nuestro potencial adquisitivo, mas no por algún tipo de libertad- y los clubes nocturnos aparecieron en las ciudades más importantes del mundo.
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Es así como aparecen apenas se pone el sol las llamada “Reinas de la Noche” luciendo los más coloridos y brillantes vestidos, las más altas y estrafalarias pelucas, los maquillajes más fosforescentes y llamativos, no sólo eran reinas, eran en realidad personas subversivas que estaban encontrando la manera de mofarse de este sistema patriarcal basado en apariencias y la dominación machista y económica; sistema lleno de violencia en todos sentidos y, sus escenarios eran los abarrotados centros nocturnos, donde la diversidad y lo estrafalario eran los mandamases.
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La subversión de la que hablamos no únicamente era visible en las prendas y accesorios, iba más allá y se adaptó a las palabras y a las actitudes; siglos de brutal represión dieron como resultado actitudes tan vigorosas como satíricas en contraste, los clubes además de shows musicales y pistas de bailes se inundaron de pláticas políticas, sociales y un humor muy ácido e incluso negro no sólo a la clase dominante sino a nosotras y nosotros mismos, creando de esta manera no sola una comunidad culta e informada sino también a una diversidad crítica y ambiciosa de cambio.
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Este fenómeno dentro de nuestra comunidad es incluso motivo de investigación, tanto así que la destacada novelista, ensayista y guionista Susan Sontag escribió en varias ocasiones sobre estos fenómenos a los que posteriormente se les llamó actitudes “Camps” que son parte de la historia de la sexodiversidad y también un claro ejemplo de la politización que nos ha acompañado a lo largo de las décadas de lucha, disidencia y subversión y que bajo ninguna circunstancia debemos olvidar en las muchas luchas que nos esperan contra este sistema decadente llamado capitalismo neoliberal. La comunidad sexodiversa debe regresar a los orígenes combativos, Stonewall Inn, de nuestro movimiento y pelear contra la sociedad capitalista y así arrancar igualdad de derechos en las calles.