¿Habemus Cristianos Pendejos?

¿Habemus Cristianos Pendejos?

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¿Existen cristianos pendejos?

Para responder a esta pregunta o para robustecer esta afirmación, lo que Usted escoja, usaremos la significación argentina de la palabra “pendejo”; según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (¿No debiera ser “castellana”?) lo que buena parte de los sudamericanos entiende por “pendejo” es:

“M. y f. vulg. Arg. y Ur. Muchacho, adolescente.”, y se utiliza de forma coloquial para referirse a alguien inexperto o a adultos que se comportan como adolescentes por su inmadurez.

En el amplio mundo de la cristiandad hay toda una variedad de iglesias con diferentes visiones de la vida, la moral, la sexualidad, el culto y otros temas que tocan lo interno de cada iglesia pero también su relación con el mundo exterior, en el que los seguidores de ella, quieran o no (o sea “a huevo”), tienen que interactuar con el resto de los mortales: escuela, trabajo, parques, eventos, etc.

En el terreno estrictamente religioso la intolerancia está presente en prácticamente todas las denominaciones de la cristiandad, al grado de que si yo afirmo que hay varias iglesias cristianas y enumero algunas: presbiterianos, bautistas, católicos, ortodoxos, anglicanos, metodistas, pentecostales, etc; de inmediato saldrán muchos y muchas miembros de alguna de ellas a negar la calidad de “cristiano” de quien no comparta su filiación: “el verdadero cristiano debe de…”, irónicamente en África y Asia, grupos fundamentalistas islámicos asesinan a todos los anteriores juntos por ser “cristianos”, sin discriminar y con ellos, a las personas LGBT odiadas al unísono por todos estos cristianos y los seguidores del Islam, también sin discriminar.

En el terreno de lo social las cosas se ponen quizás peor y es aquí donde podemos ver, con mayor claridad, rasgos de pendejez extrema; vemos como hordas fanatizadas por un fundamentalismo que se dice “cristiano” pero que está muy lejos del espíritu “easy going” y buena onda del carpintero oriundo del pueblo de Nazaret: Jesús, el maestro al que quienes nos decimos “cristianos” seguimos, pues él predicó la reconciliación, la hermandad, la solidaridad, la justicia, la paz y el amor, este último no solo lo enseñó: lo mandó a quienes quisieran ser sus seguidores, punto.

Los desfiguros en el Congreso de Morelos, donde, de forma violenta y azuzados por el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro, una turba de cristianos de diversas denominaciones pretendía impedir la aprobación de un contrato CIVIL entre dos personas, son una muestra de esa actitud inmadura, pendeja.

Es una actitud pendeja erigirse en autoridad en materia de moral sexual y religión, asumiendo que yo y solo yo (y quizás algunos de mis correligionarios) soy poseedor de la verdad; que solo mi forma de creer, sentir, pensar, amar, orar y vestir son las correctas; que solo las personas con las que tengo sexo y la forma en que lo tengo es la única válida (tener esposo/a, hijos, casa chica y hasta amantes del mismo sexo en algunos casos); que si yo soy católico he de señalar que los pentecostales que oran de pie, a voz en cuello y llorando son unos herejes y lo mismo al revés: que si alguien tiene una medallita de la virgen María en su cuello tiene el fuego del infierno garantizado por “idólatra”.

En un mundo globalizado e interconectado, con la posibilidad de enterarnos de todo en tiempo real; es propio de pendejos no ver como el odio irracional basado en creencias religiosas (dejamos las razones políticas, raciales y clasistas para otra ocasión) destruye, mata, rompe los lazos de humanidad y los de los humanos con la divinidad, para quienes creemos en algo superior y sublime; no se trata solo de Orlando, sino de las matanzas por motivos religiosos en África o aquí más cerca, en Chiapas. En el siglo XXI es de pendejos atentar contra el Estado Laico, ignorando que solo en él podemos todos y todas ejercer nuestras libertades incluidas las de reunión, expresión y credo. Los neopentecostales fundamentalistas, agrupados políticamente en el Partido Encuentro Social, por ejemplo, parecen ignorar que su existencia, libertad para el culto y ahora posibilidad de organizarse políticamente se debe a que un grupo de hombres visionarios, encabezados por Benito Juárez impulsaron las Leyes de Reforma que sentaron las bases del estado laico, limitando el poder de la iglesia mayoritaria en México y dejando claro que ninguna confesión religiosa pueda imponer su visión y sus dogmas en forma de leyes de aplicación general.

No se trata del aborto, del matrimonio igualitario, de la identidad de las personas transgénero, del derecho de católicos o evangélicos a practicar su fe en Chiapas, del derecho de los niños a recibir educación en la “Nueva Jerusalén” michoacana o del derecho de los devotos a la “Santa Muerte” a existir; se trata básicamente del respeto o no al Estado Laico que nos permite a todos creer lo que nos venga en gana y hacer lo que mejor nos parezca como proyecto de vida con el único límite del respeto a los derechos de otros y ejercer todos nuestros derechos humanos fundamentales irrestrictamente.

Es muy, muy pendejo no darse cuenta de que, si vulneramos el Estado Laico, quien se establezca en el poder público impondrá sus creencias particulares como ley les guste a todos o no; si llegasen los Testigos de Jehová, a los que afortunadamente no les interesa la política, las transfusiones de sangre quedarían prohibidas; si una mayoría de parlamentarios católicos fundamentalistas accediera al control del Congreso, serían expulsados del país todos los ministros de culto y misioneros extranjeros de otras religiones y muy probablemente escuelas y hospitales de filiación no católica serían prohibidos o acosados.

Por eso resulta pasmoso ver como las iglesias minoritarias se prestan al juego político de la “Santa Madre Iglesia” o mejor dicho, de sus jerarcas corruptos, pues está claro que la inmensa mayoría del pueblo católico y algunos sacerdotes y obispos excepcionales como Raúl Vera, Alejandro Solalinde o el famoso “Padre Gofo” de Saltillo no coinciden con las posiciones de Norberto Rivera; los protestantes no se enteran de que sus aliados de hoy, pueden ser su pesadilla de mañana.

La intolerancia religiosa, en resumen, es una reverenda pendejada.

 

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