
Hace tiempo tuve una discusión con un amigo de ultra izquierda y llegó un punto en que hablamos de homosexualidad y su posición seguía invariable: esta conducta no era normal y por tanto no debía ser normalizada: punto muerto y sin retorno, él no me iba a hacer cambiar de opinión ni yo a él.
Tiempo atrás un viejo amigo, profesor de la UNAM me contaba sobre su participación en el movimiento estudiantil de 1968 y me dijo algo que desde entonces replicó a los machitos progres, como mi amigo: “la izquierda no se trata de repartir los bolillos y pintar de rojo los diez mandamientos”, y es que ante todo la revolución que hace falta es la revolución cultural, aquella que abra las puertas a la diversidad y entonces sí el progreso, porque no puede haber progreso si hay exclusión.
Porque me identifico como alguien comprometido con las justicia social, nunca me he asumido estalinista, castrista o maoísta, pues estos regímenes no se han comprometido con la justicia social, al menos no con aquella justicia que se escribe con jota de joto. Hoy nuestro papel como minoría y como ciudadanos es construir un estado plural, diverso donde tengamos la libertad de usar vestido, de usar tacones, de amar a un@ o a much@s, de creer en este dios o en aquella diosa.
Ni hablar de las derechas, ahí no hay lugar para nosotros ni en sus iglesias, cof cof Juan Dabdoub, ni en sus discursos y mucho menos en sus agendas, sin embargo sí en su clóset, he conocido muchos militantes gays de derecha, con convicción y lealtad a sus partidos, guiados también por una ideología económico-política, pese a los escándalos de pederastia que rodea al clero mexicano y a los escándalos de corrupción de algunos de sus dirigentes.
A mí amigo el ultra izquierdista tendría muchas cosas que decirle, pero su opinión no cambiaría, sin embargo espero motivar a nuestra comunidad LGBTTTIQ a luchar por sus derechos, a ganar espacios, para que tomar de la mano a quien amamos no sea motivo de miedo, sino de orgullo. Esto no se trata de izquierdas o derechas, en todo caso esto se trata de justicia y dignidad.
Se vale soñar; otro mundo es posible.