Último sábado de junio: La espera para ir a la Marcha, termina.
Hay que vestir con lo mejor o con lo peor, no importa, pero hay que estar ahí. Se trata del evento más esperado del año para una parte importante de las personas LGBT+, ya sea para ir a exigir, protestar, expresarse, lucirse, echar desmadre o sólo jotear (que en estos momentos se ha convertido en un acto político).
Para muchos, en esta última versión, poco se cumplió de lo que “nos venían manejando”.
Esta vez, un templete rosa y mucha música pop cubrían el frente de La Viky (La Victoria Alada, mejor conocida como “el ángel de la independencia”), proyectando alguna música en vivo al mejor estilo de los grupos versátiles que se alquilan para bodas y XV años, y una voz femenina que trataba de coordinar la salida de los contingentes con un marcado estilo de una directora de primaria donde acaban de instalar el sistema de sonido, y a quien en esta ocasión, llamaremos “Miss Lupita”.
Aquello parecía el “pasito tun-tún: algunos grupos estaban por delante, otros por atrás y otros más daban la vuelta para ver y adquirir las múltiples mercaderías que ahí se ofrecían a la venta: banderas, diademas, estolas, playeras, sombreros desechables, cubiertas para celular, toda clase de dulces, juguetitos “rainbow”, recuerdos, cervezas, bebidas mezcladas embotelladas, cubas con ron o vodka servidas al instante, refrescos enlatados y ocasionalmente alguna botella de agua… ¡Ah¡ Olvidé mencionar a un par de chicos que repartieron condones gratuitos de a dos en dos, de los muchos que acabaron tirados en el suelo y sin usar.
La inversión debió haber sido muy alta por parte de los antros, porque esta vez sí usaron metros y metros de tela y toda clase de materiales para decorar los varios trailers alegóricos al mejor estilo de un Carnaval bien producido.
Cuadras y cuadras, y los vehículos no terminaban: de La Viky a la Diana, y luego hasta más allá de la Suavicrema: “Unos cuantos” miles de pesos depositados en atraer las quincenas de la población LGBT+ hacia sus glamourosos guettos que fuera de alguna permisividad, no aportan gran cosa a su clientela en materia de información, seguridad o Derechos Humanos, por ejemplo.
Hacia el otro lado sobre la avenida, un poco retirada, un cerrado grupo vestido de azul que portaba globos plateados destacaba en lontananza: los “aliados” heterosexuales patrocinados por las empresas donde laboran, principalmente bancos, esperaban tímidamente a que la gran masa se les viniera encima para emprender la marcha (o la huída).
Al centro de todo, rodeando a Vicky, una bandera de dimensiones desconocidas (400m según unas versiones, 600m según otras) cuya portación estaría a cargo de los universitarios como para que con tal honor, se estuvieran quietecitos, como pasa con los chicos de las escoltas en las primaras.
Miss Lupita intentaba coordinar su organización y marcha desde el micrófono o megáfono, recorriendo a veces todo el largo de la bandera una y otra vez; un pretensioso intento de exclusivísima visibilidad por parte del comité “incluye-t”.
Fue una Kermesse con mucha producción: templetes de GCdMx, un Grand Support en el zócalo del GCdMx, flanqueada en algunos puntos por una cuerdita rosita, sostenida por elementos de seguridad del GCdMx que donde sirvió de algo, no hizo más que impedir la entrada y salida de personas que querían integrarse o salir, como un intento fallido de meter a los jotitos al redil.
Una kermesse con una logística de tres pesos que asignó lugares sin mirar las necesidades concretas de los grupos y contingentes, y muestra de ellos fueron los charros y vaqueros, que a las 3 de la tarde no tenían para cuándo arrancar, montados en caballos desesperados porque ocupaban un sitio al azar entre trailers fuertemente armados con equipos de sonido que competían en cantidad de decibeles, y quienes debieron haber encabezado la marcha por un simple tema de sentido común y en respeto a los animales.
Una kermesse con grandes huecos de organización que dejó entrever la falta de experiencia por parte de un comité que tuvo que valerse de la logística de eventos del GCdMx a cambio de regalarles la Marcha para efectos proselitistas, por ejemplo, una monísima unidad móvil del Ministerio Público que desfiló con quién-sabe-qué intenciones, pero no ofreció servicio alguno.
Una kermesse muy seria que perdió su sentido carnavalezco de disfraces, risas y buen humor, que ni siquiera pensó en las personas con necesidades específicas, como discapacitados y adultos mayores que pese a todo, solos o en grupos pequeños, se dejaron ver.
Una kermesse de juventudes poco sociables, embrutecidas por el alcohol o furiosas o deprimidas o caminando sin rumbo, que hicieron presencia pero poco aportaron.
Una kermesse donde la historia fue tema prohibido, donde fuera de las pruebas de VIH, el asunto fue ignorado, que se volcó para legitimizar a las familias homoparentales desde un colectivo que poco cuenta con el apoyo de su familia de origen, donde el tema del matrimonio igualitario quedó sólo en el discurso, mostrado así porque ni siquiera hubo la cantidades tan grandes de vestidos de novia que regularmente hay en las Marchas, ¿Acaso se habrán casado?
Una kermesse que lejos de ser una Marcha de unidad, fue saboteada por grupos radicales que impidieron el avance por momentos para dejar ver sus pancartas y necesidades, y que poco fueron escuchados porque parecía que la meta era llegar al zócalo para ver un evento “cultural” que ni siquiera apareció en cartelera.
La descripción puede seguir y seguir y volverse tan sosa y aburrida como la kermesse misma.
Hemos de admitir que la Marcha, como tal, se ha ido desmoronando poco a poco y que ya no es un espacio para buscar soluciones. Fue tomada por el actual gobierno de la ciudad, y mientras éste siga en el poder (dos versiones más), tendremos estos bonitas kermesses, pero cuando cambie (sin importar qué partido gobierne a continuación, y como suele pasar), si no es de interés de las cabezas, en tanto ya no es de la ciudadanía, desaparecerá irremediablemente.
El sentido original de la longeva Marcha (ahora decrépita), era ganar espacios, visibilizar, crear conciencia y ello puede y deberá hacerse desde nuevos espacios que habrá que ir creando.
Quien piensa que este juego termina aquí, se equivoca por completo: Nos está dando un “segundo aire” y ahora sí, renovados y experimentados, ¡A ver quién nos detiene!