Una historia recurrente, envuelve a los maestros gays, lesbianas o trans, cuando se enfrentan no pocas veces al prejuicio más irracional de la homofobia: «La homosexualidad se contagia» o «La perversión de menores».
Con ese argumento ignorante, cientos de maestros de todos niveles han sido víctimas de acoso y discriminación, tanto por parte de sus compañeros, padres de familia y en los peores casos de sus superiores.
Los despidos son injustificados, siempre que la rescisión de un contrato laboral, sea por motivos basados en prejuicios hacia la sexualidad.
Recientemente, dos casos han puesto el tema entre las noticias nacionales, un maestro de primaria en Veracruz y otro, de bachillerato, extranjero, en Puebla, se han convertido en las nuevas víctimas de las escuelas donde la orientación sexual o la identidad de género, son temas censurados.
Adán Cervantes y Kyle Dzwonkowski, han enfrentado la homofobia en los planteles educativos, poniendo de evidencia, el entorno represivo y de exclusión en dichos espacios.
Peor aún, sus agravios, cometidos sin consecuencias para los homófobos, como muchas otras conductas reprobables, terminan por perpetuarse y reproducirse.
Sólo en Nuevo León, los casos de Fernando Arroyo, en noviembre de 2017 y Loren Ibarra en abril de 2018, despedidos de la UANL, por homofobia y transfobia, respectivamente, hacen recordar lo común y cercano de estos episodios lamentables, así como permite saber lo indispensable que son las leyes estatales anti discriminación que no existen en muchos estados.