Un 15 de julio de 1519, en lo que hoy es Veracruz, Hernán Cortés, se encontró con una comunidad cuyo líder, a juicio de los españoles, permitía y practicaba el pecado nefando, es decir, la homosexualidad, asunto que fue crucial, pues al ser suprimido «el maldito oficio», permitió la alianza entre españoles y varios señoríos, que más tarde hicieron caer al Imperio Azteca.
Es un hecho que los conquistadores españoles encontraron a su paso por toda América, que los nativos practicaban «la sodomía», lo cual era de tratamiento ambiguo, ya que en algunas culturas era reprobada la homosexualidad y en otras completamente normal, junto con el travestismo que escandalizaba a los europeos, sobre lo cual, Fray Bartolomé de las Casas, narró cómo, fueron arrojados a los perros para ser devorados, «un par de hombres con hábito de mujer». Hernán Cortés también contaría después de la Conquista, a los reyes españoles, cómo por toda la Nueva España, se comía carne humana, se practicaba la sodomía y se bebía en exceso.
Uno de los personajes más destacados en este sentido es conocido como «Cacique Gordo», Chicomecóatl o Xicomecóatl, quien era acompañado siempre por los principales de su comunidad y sacerdotes, quienes eran homosexuales, de acuerdo a las crónicas españolas. Pero no sólo eso, «Antes de la Conquista, anécdotas, sucesos y relatos», libro de José Antonio Crespo, describe a este mismo gobernante, como poseedor de un harén de 50 jovencitos, menores de 20 años, que servían para su placer sexual.
Fue hace 500 años cuando, el Cacique Gordo de Cempoala recibió la visita de Hernán Cortés, a quien había invitado a su ciudad mediante emisarios que acudieron al encuentro del capitán español.
Este episodio, es narrado por Bernal Díaz del Castillo, cronista de la época, quien en «Historia Verdadera de la Nueva España» apunta, a que el cacique era tan gordo que por ello no había podido recibir a Cortés a las afueras de su ciudad ordenando a sus mensajeros para que fueran los españoles quienes le visitaran en sus aposentos. Diaz del Castillo, también comenta que los sacerdotes de Zempoala (o Cempoala) no tenían mujer, en su lugar tenían jóvenes con quienes «Se entregaban al maldito oficio de la sodomía».
En aquel encuentro, el Cacique relató a Cortés, las penas que implicaba el pago de tributo al Imperio Azteca, tanto en oro, como en individuos para ser sacrificados. Por otro lado los españoles se percataron del entorno de Xicomecóatl y las costumbres de la sociedad en Cempoala, lo que llevó a Cortés condicionar su apoyo.
Sin embargo, no sólo la sexualidad de los sacerdotes totonacas, y el harén de chamaquitos del Cacique, habrían de ser puestos a prueba para liberarse de la dominación mexica. Pues además de imponer sus prejuicios cristianos sobre la homosexualidad, Cortés, actuó con energía contra la religión local, ordenando que se derribaran las efigies de los dioses. Un momento decisivo, en que los guerreros totonacas, casi rompen su alianza con los españoles, pero ante el cual, su líder, el Cacique Gordo, cedió, permitiendo que los españoles derrumbaran los adoratorios, puesto que los suyos se negaban a hacerlo, al igual que se mostraron reacios a cambiar sus prácticas sexuales.
Pero los españoles ya habían hecho demostraciones por todo su trayecto desde Cuba y otras islas y en su camino por México, que venían con voluntad evangelizadora, lo que en términos reales, era aplicar a plomo y fuego la palabra de Dios, entiéndase esto como quemar, colgar o echar a los perros a los «muy putos», como les llama el cronista de la época, Francisco López de Gómara.
A regañadientes, la conveniencia para el Cacique Gordo, era que Cortés lo liberaba de seguir pagando tributo al emperador azteca. Lo que se hizo saber por los alrededores, ganando Cortés, más aliados, rumbo a Tenochtitlan, que más tarde caería, gracias a alianzas entre los españoles y los pueblos sometidos por el imperio.
Xicomecóatl, ‘El Cacique Gordo’ de Cempoala y su corte de efebos totonacos