Hoy te hablo a ti. Te apunto con el dedo y te hablo de frente por todas las veces que te burlaste sin consideración del color de su piel, su orientación e identidad sexual y, sobre todo, de sus ganas de vivir en paz. Te hablo a ti, porque fuiste capaz de gritar en la calle: “¡maricón!”, escondido entre la gente y, cuando soltaron la risotada, miraste de modo despectivo y seguiste con tu vida, desconociendo que ya habías calado profundo en la suya, en la mía, en la nuestra.
Revisando en redes sociales comentarios como: “maricón”, “gordo amorfo”, “negra de mierda”, o inclusive “raro/a”, es que recuerdo uno de los momentos que definieron mi falta de tolerancia a lo intolerable. Y es que, posterior a mi salida del closet, dimos un par de vueltas con mi madre y esta me dijo que se había corrido el rumor en el barrio de mi homosexualidad. Pensé que al fin ya no tendría que ocultar nada y todo sería como siempre. Pero en el momento en que ese pensamiento se avecinó en mi cabeza, un grupo de machitos recios lanzaron un grito desbocado “Oye, tú… ¡maricón!”. Cuando pensé que perdería el ritmo de mis pasos, mi madre me abrazó y los hizo callar con un par de groserías, y permanecimos en casa hasta que el silencio calló el recuerdo de sus gritos. Todos esos gritos convergidos con las risas cayeron sobre mí como la lluvia, pensando que me ahogaría en un mar de lágrimas. Sin embargo, mi madre, enfrentando el mayor de sus temores, expectante del peligro que afrontaba su hijo al salir a la calle en una sociedad homofóbica, me dijo casi convencida que todo estaría bien.
Hay que admitirlo, porque son poderosas las palabras que utiliza la gente para poner su pulgar sobre nosotros, “minorías”, y llamarnos “raras/os” sin importarles el daño que están causando a nuestros corazones, solo por ser diferentes. Porque es muy fácil gritarlo, pero ¿tolerarlo? Y, aun así, después de escuchar sus palabras precipitar, haciéndonos sentir como si estuviésemos rotos, quebrantados e incluso culpables de todo, ¿por qué tolerar lo intolerable?
Por tolerar su intolerancia, es que les hablo a ustedes; todo aquel o aquella que nos ha tratado de “desnaturalizados” o “anormales”, entre otros, y dejaré que tus comentarios mal intencionados sean como la lluvia que resbala por un impermeable colorido, orgulloso de mí mismo y de todo miembro de la comunidad LGBTTTIQ, y “minoría” existente, que camina valiente por calles misóginas, machistas y homofóbicas. Porque tú ni nadie nos hará caer.