La capital de Nuevo León, y su área urbana, que siempre han formado parte de un ideario de prosperidad y abundancia, comienzan a ser parte de otro contexto menos prometedor: La discriminación.
Sin contar que también ha sido considerada la ciudad más contaminada de Latinoamérica, según datos de la OMS, también ostenta el título «La Capital de la Discriminación», al ser el lugar en México, donde más se discrimina a mujeres, homosexuales e indígenas.
En el Día contra la Cero Discriminación, en Regiolandia, se precisa hablar del tema. Desde la ciudadanía hasta el gobierno. La discriminación se vive en las calles, en las oficinas públicas, en los hogares y, peor aún, dentro de la propia comunidad LGBT. Desde el habitual e inconsciente rechazo a las «obvias» hasta el patético discurso de «lo natural» de Jaime Rodríguez, gobernador de Nuevo León.
Se pueden colectar en todas partes las muestras de por qué el estudio del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), determinó que Monterrey se encuentra en la cima de tal estadística del prejuicio.
Pero ¿Se puede hacer algo para que esto no continúe? ¿Podemos?
Sí, es una realidad. Ejemplos como el de , iniciativa de , surgida en este contexto, ha permitido, llevar el tema de la discriminación sexo-genérica a través del arte a diversos escenarios públicos y académicos.
Sin embargo, suponer que eso será suficiente, sería ingenuo y aunque numerosas organizaciones llevan años trabajando en contra de la discriminación, que hoy sea Monterrey, la capital de este mal, nos indica que tenemos que hacer algo más o algo diferente.
¿Pero qué más se tiene que hacer y quiénes tienen que involucrarse para que funcione?
Ojalá nos llegue esa respuesta.