Si bien, los actos de protesta, rara vez resuelven los conflictos de forma inmediata. Lo cierto, es que contribuyen a la visibilización de dichos problemas y facilitan las acciones destinadas para su resolución.
Y pese a que toda protesta, está pensada para irrumpir en la cotidianidad, como primer elemento para llamar la atención; en ocasiones, lo recurrente de los conflictos, sus causas y hasta los espacios donde se presentan, suele generar respuestas similares en la misma proporción.
Es así, que ante la instauración de una dinámica social, en este caso, las acciones de protesta o manifestaciones contra la homofobia, parecen conducirnos a una rutina donde dejamos de ver las causas, para centrarnos en las reacciones, inclusive mucho más en éstas que en las consecuencias.
Pero nada menos cercano a la realidad que las apariencias, pues ahí donde se normalizan las reacciones y manifestaciones contra los abusos, existe una sociedad más informada y motivada a defender sus derechos.
Sin embargo, si los besos pretenden tumbar el prejuicio de la homofobia, en una ciudad que se ha caracterizado durante los últimos años por ser escenario de algunos de los más patéticos actos de discriminación, lo mejor será que, esos besos nos los demos todos, todo el tiempo, en todas partes y frente a todos.
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