No confío en las instituciones de procuración de justicia de este país, me parecen ineptas, tendenciosas, manipulables, corruptas y mentirosas; los reiterados casos en los que las procuradurías de justicia en los distintos estados han mentido acerca de la realidad de casos, en los que han culpado de su propia muerte a víctimas inocentes para cubrir la propia ineptitud o falta de pericia de las instituciones o simplemente para maquillar la inseguridad, me hacen desconfiar profundamente, yo no me creo sus verdades históricas, las deshecho a priori.
No les creo tampoco en el caso de César Ulises Arellano, un joven asesinado, cuya familia ha sido re victimizada debido a la publicación, por parte de la fiscalía de Jalisco, de la hipótesis de un supuesto suicido, una mentira absoluta según los familiares de Ulises, de quien dicen, amaba la vida.
Aunque aquí lo más preocupante no es el actuar de la fiscalía, sino la respuesta de la sociedad a nivel nacional, quienes pasaron de la indignación por la desaparición de un joven estudiante, a la celebración por el suicidio de un maricón. Festejando que hay uno menos en su amado México. El caso me estruja el corazón, me conmueve como ya muy pocas cosas son capaces de hacerlo. Me recuerda la enorme tristeza que me colma cuando me sé vulnerable ante una sociedad que me odia por lo que soy y no está dispuesta a valorarme por lo que hago. Me entristece pero no me sorprende, pues desde muy pequeño fui objetivo de la homofobia, la violencia, el odio lo experimentamos casi siempre desde nuestra propia familia. Al menos esto fue así en mi caos y en gran parte de los casos que conozco. Sigue siendo así.
No estoy dispuesto a bajar la guardia, pues el caso también me llama a reflexionar acerca del presente electoral de México como república, pues los candidatos punteros, entre quienes se encuentra el próximo presidente de México, son dos hombres ultraconservadores y abiertamente homofóbicos. El poner a consulta popular los derechos de una minoría odiada por la mayoría, no es reconocer el derecho de todos, sino validar el odio, hacerlo legítimo, convertirlo en ley porque es voluntad popular.
Vienen tiempos oscuros para los derechos de las minorías en este país, especialmente para las minorías sexuales, no es cosa menor llamar a la construcción de una constitución moral, frente a una pléyade de religiosos ultraconservadores es un fuerte mensaje en pro del odio, de la discriminación. Pero pueden estar seguros que no bajaremos la guardia, y que mientras más agresivo sea al odio, más legítima será nuestra resistencia, más enérgica, más frontal será la batalla. Por más amargas que sean mis lágrimas, esas que he derramado y seguiré ofrendando a todas y todos aquellos victimas del odio más dispuesto estaré a luchar, a seguir viviendo, a resistir por nosotros ¡BASTA DE LA HOMOFÒBIA DE ESTADO, BASTA A LOS CRÍMENES DE ODIO!